TÉCNICAS DE MEMORIZACIÓN


La memoria es una función del cerebro que permite al organismo codificar, almacenar y recuperar la información del pasado. Es una herramienta esencial que no se puede separar de la lectura, ya que es casi nuestra mayor fuente de información. Cuando necesitamos saber algo, normalmente lo leemos (ya sea en libros u ordenadores). El problema es que mucha gente cree que cuanto más repitas mejor se graba la información en tu cerebro, cuando es precisamente al revés.

Una mejor comprensión incrementa tu capacidad de retención. Por ello, a lo largo de los años se han inventado y mejorado una gran cantidad de técnicas de memorización para mejorar nuestra lectura, porque es algo vital.


Algunas técnicas de memorización son las siguientes:



1. Técnica del Recuerdo

Esta técnica, que se basa básicamente en recordar, requiere de un esfuerzo consciente por traer a la memoria la información. Seguro que la conoces, pero quizá no sepas lo bien que puede llegar a funcionar.

Cuando estés estudiando, aparta el material y repítelo en tu cabeza, con tus propias palabras si es necesario, asegurándote de que eres capaz de retenerlo. Esto mejorará tu lectura del texto y tu comprensión durante una segunda lectura, en vez de tener que estar repitiendo el texto como un papagayos.
Otra opción para practicar esta técnica y ejercitar la memoria es hacer una lectura activa. ¿Esto qué quiere decir? Que durante el texto has de hacerte preguntas al respecto, tomar notas y prestar atención. Pregúntate: ¿Por qué está ocurriendo esto? ¿Por qué es importante saberlo? ¿Cómo podría explicárselo a otra persona?
Una tercera posibilidad, aunque es más costosa, sería volver a copiar el texto con tus propias palabras. Sería como la versión escrita del primer ejemplo, con la ventaja de que al escribir se fija en la memoria con mucha más solidez.

2. Técnica de la primera lectura

Esta técnica me pareció muy curiosa cuando la vi, y tras probarla me di cuenta de que podía ser muy efectiva para memorizar textos largos palabra por palabra.
Consiste básicamente en escribir la primera letra de cada palabra del texto que quieras memorizar, formando una línea larga de letras sin sentido. Después de poner el texto original a parte, has de leer la línea tratando de recordar el texto original y guiándote sólo por la primera letra.
Por supuesto, puedes mirar el texto siempre que lo necesites pero el truco está en practicar lo máximo posible sólo guiándote con las letras, de modo que ejercites tu memoria para retener la información de forma correcta.
De esta forma vas almacenando datos en tu memoria a corto plazo y con la práctica, irá fijándose en la memoria a largo plazo logrando que, al final, no necesites más que echar un vistazo a la línea de letras para poder recitar el texto entero.

3. Asociación

Si llevas en Lectura Ágil algún tiempo ya sabrás que este es prácticamente mi método favorito. La idea es muy sencilla: unir conceptos para que regresen a tu memoria juntos mediante la creación de imágenes alocadas.
Este método es muy poderoso cuando se hace bien, y es especialmente útil para memorizar listas, nombres e incluso para mejorar tu vocabulario. Lo único que tienes que hacer es coger el grupo de palabras y contar una historia con ellas.
La clave es crear imágenes absurdas que destaquen y que se fijen en tu memoria: cambia los colores, dale movimiento, y crea escenas inverosímiles que te resulten especialmente divertidas. Una vez hagas esto, verás que las palabras y los conceptos vuelven a tu mente de forma muy fácil

4. Estado de ánimo

El estado de ánimo juega una parte muy importante a la hora de estudiar y memorizar. No sólo lo digo yo, sino muchos expertos a los que leo y sigo: cuando uno está contento, memoriza mejor. ¿Y cómo podemos aplicar esto al estudio o la lectura?
Es tan fácil como identificar una situación en la que nuestro estado de ánimo fuese óptimo para la lectura. Si antes de empezar preparas el ambiente y te concentras un minuto con los ojos cerrados en esa imagen, poco a poco recrearás el estado de ánimo en el que estabas facilitándote el trabajo.
Hay que avisar que si uno está especialmente triste o, al contrario, especialmente contento, resulta mucho más complicado llegar a ese punto intermedio donde se produce la concentración. Es como tratar de calmar a un niño inquieto.
En ese caso lo mejor es no forzar y dejar que la situación fluya hasta que podamos encontrar un estado emocional más óptimo para estudiar.

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